Héctor Alvarez Castillo
1 de cada 450 argentinos es la cifra que da 100.000
fallecidos por Covid-19 sobre una población total de 45 millones. Una manera
distinta, sin dudas, de leer los 100.000 muertos es poner la atención que de cada
450 seres humanos que conocemos murió 1, en nuestro país y en este lapso, por
un virus que comenzó a desperdigarse a fines del año 2019 en la lejana China.
¿Hay
responsables, antes que culpables, además del virus, quien no es punible de
ninguna sanción ni se le puede extender ninguna vara ética? Sabemos que el
virus sólo desea reproducirse, seguir siendo; en esto no es muy distinto a
nosotros y a todo ser vivo. Pero sí se debe responsabilizar en primer término
al gobierno nacional, ya que para algo es el gobierno de la Nación, por
voluntad propia y elección de los ciudadanos mediante el voto; aunque sí
queremos ir un poco más atrás o hilar fino, por encima de cualquier ataque o
crítica directa sobre la gestión que comienza con Alberto Fernández, debemos
poner en la mesa de las consideraciones que luego del gobierno de Néstor
Kirchner –con una
mano en el corazón y otra en la cabeza– no hubo ninguna presidencia en La Argentina
que ante un problema de esta trascendencia ofreciera alguna garantía de
idoneidad o al menos de pragmatismo. Néstor Kirchner fue, entre otras cosas, un
manipulador político, pero no comía vidrio. Una ideología barata y funcional a
intereses personales y egoístas –sumado el carácter de un timorato–
obstaculizaron la toma de decisiones en tiempo y forma que las circunstancias
que atravesamos exigen. Los 4 de copas no nacieron para los trances difíciles,
ni siquiera están para pagar las facturas de la fiesta. Y es importante sopesar
que Cristina Fernández, por lo que hizo en sus anteriores apariciones
presidenciales, o ese producto de consumo electoral denominada “Mauricio
Macri”, no crean expectativas distintas a este presente. Ante una consumada
clase política corrupta, soberbia e incapaz, cualquier cimbronazo –y más
una pandemia– produce
un desastre mayor en todos los órdenes. Otras consecuencias habría si el timón
lo condujeran políticos capaces, decentes y dignos de detentar la función
pública a la que han accedido republicana y democráticamente. No hay que ser sagaz
para saber que en la corporación de partidos que gobierna nuestro país desde
1983 no abunda esta especie en extinción, pero sí abunda la primera, ante
quienes hablar de “grieta” no es más que traer metáforas a una discusión
profunda.
No
considero que la vacuna sí o la vacuna no, sea lo que incline la balanza hacia
un lado o hacia el otro. Seguramente, la temprana gestión sobre este tema –que a
veces se muestra más como un parche que una solución ante– hubiera
creado otro horizonte. Más allá de eso, existieron y son explícitos, incluso
para quien por ceguera ideológica se niegue a ver, errores producidos por
incapacidad y corrupción en la gestión doméstica (sumado a esto el pésimo
manejo de la cuarentena, el desastre exacerbado de nuestra economía y el
maltrato directo a la ciudadanía, propia de un gobierno que improvisa y llega
tarde a las cuestiones cruciales).
Por esto
y otras cuestiones que se me vienen a la mente, cuando leo 100.000 muertos por
Covid-19, o simplemente Covid, mi cabeza comienza a realizar una traducción directa
de esta fatal y triste cifra: 1 de cada
450 argentinos ha fallecido.
Excelente escrito. La realidad es que nuestros políticos actuales como no pagan las consecuencias en general de sus malas decisiones o no decisiones y se escudan detrás de falsas grietas para perejiles, hace que vivan millonarios y en cargos eternamente no por sus resultados sino por ser amigos de alguien o tener negocios con alguien. Esto lleva a la decadencia continua en las decisiones de Estados. Y hoy más allá del maniqueo del número 100.000 a la claras podrían haber menos muertos y una economía más sana.
ResponderEliminarGracias por su juicioso comentario. Así es, son una Corporación nefasta que maneja la vida de los argentinos hace 40 años sin la menor responsabilidad de sus actos. Nos han convertido, lentamente, en sus vasallos gracias a su inoperancia, cinismo e hipocresía.
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