martes, 13 de julio de 2021

1 cada 450

Escribe: 

Héctor Alvarez Castillo 

 

1 de cada 450 argentinos es la cifra que da 100.000 fallecidos por Covid-19 sobre una población total de 45 millones. Una manera distinta, sin dudas, de leer los 100.000 muertos es poner la atención que de cada 450 seres humanos que conocemos murió 1, en nuestro país y en este lapso, por un virus que comenzó a desperdigarse a fines del año 2019 en la lejana China.


¿Hay responsables, antes que culpables, además del virus, quien no es punible de ninguna sanción ni se le puede extender ninguna vara ética? Sabemos que el virus sólo desea reproducirse, seguir siendo; en esto no es muy distinto a nosotros y a todo ser vivo. Pero sí se debe responsabilizar en primer término al gobierno nacional, ya que para algo es el gobierno de la Nación, por voluntad propia y elección de los ciudadanos mediante el voto; aunque sí queremos ir un poco más atrás o hilar fino, por encima de cualquier ataque o crítica directa sobre la gestión que comienza con Alberto Fernández, debemos poner en la mesa de las consideraciones que luego del gobierno de Néstor Kirchner con una mano en el corazón y otra en la cabeza no hubo ninguna presidencia en La Argentina que ante un problema de esta trascendencia ofreciera alguna garantía de idoneidad o al menos de pragmatismo. Néstor Kirchner fue, entre otras cosas, un manipulador político, pero no comía vidrio. Una ideología barata y funcional a intereses personales y egoístas –sumado el carácter de un timorato obstaculizaron la toma de decisiones en tiempo y forma que las circunstancias que atravesamos exigen. Los 4 de copas no nacieron para los trances difíciles, ni siquiera están para pagar las facturas de la fiesta. Y es importante sopesar que Cristina Fernández, por lo que hizo en sus anteriores apariciones presidenciales, o ese producto de consumo electoral denominada “Mauricio Macri”, no crean expectativas distintas a este presente. Ante una consumada clase política corrupta, soberbia e incapaz, cualquier cimbronazo y más una pandemia produce un desastre mayor en todos los órdenes. Otras consecuencias habría si el timón lo condujeran políticos capaces, decentes y dignos de detentar la función pública a la que han accedido republicana y democráticamente. No hay que ser sagaz para saber que en la corporación de partidos que gobierna nuestro país desde 1983 no abunda esta especie en extinción, pero sí abunda la primera, ante quienes hablar de “grieta” no es más que traer metáforas a una discusión profunda.

No considero que la vacuna sí o la vacuna no, sea lo que incline la balanza hacia un lado o hacia el otro. Seguramente, la temprana gestión sobre este tema que a veces se muestra más como un parche que una solución antehubiera creado otro horizonte. Más allá de eso, existieron y son explícitos, incluso para quien por ceguera ideológica se niegue a ver, errores producidos por incapacidad y corrupción en la gestión doméstica (sumado a esto el pésimo manejo de la cuarentena, el desastre exacerbado de nuestra economía y el maltrato directo a la ciudadanía, propia de un gobierno que improvisa y llega tarde a las cuestiones cruciales).

 

Por esto y otras cuestiones que se me vienen a la mente, cuando leo 100.000 muertos por Covid-19, o simplemente Covid, mi cabeza comienza a realizar una traducción directa de esta fatal y triste cifra: 1 de cada 450 argentinos ha fallecido.

2 comentarios:

  1. Excelente escrito. La realidad es que nuestros políticos actuales como no pagan las consecuencias en general de sus malas decisiones o no decisiones y se escudan detrás de falsas grietas para perejiles, hace que vivan millonarios y en cargos eternamente no por sus resultados sino por ser amigos de alguien o tener negocios con alguien. Esto lleva a la decadencia continua en las decisiones de Estados. Y hoy más allá del maniqueo del número 100.000 a la claras podrían haber menos muertos y una economía más sana.

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  2. Gracias por su juicioso comentario. Así es, son una Corporación nefasta que maneja la vida de los argentinos hace 40 años sin la menor responsabilidad de sus actos. Nos han convertido, lentamente, en sus vasallos gracias a su inoperancia, cinismo e hipocresía.

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