lunes, 8 de diciembre de 2014

Periodistas que fundaron la Nación




Por: Diego Valenzuela 










Para Historias Bicentenarias 
Periódico Perfil



El campo de la prensa y el de la literatura no eran autónomos en el siglo XIX: ningún periodista o escritor vivía de su trabajo o era ajeno a la política. Buena parte de los grandes políticos del siglo inicial argentino, incluidos varios presidentes, fueron fundadores de prensa o directamente periodistas, de Sarmiento a Mitre pasando por personajes tan diversos como Moreno, Alberdi, Echeverría, Mármol, Alsina, Vélez Sarsfield, Mansilla, Zeballos o Pellegrini.
Hay que ponerse en aquel contexto histórico: los periodistas del siglo XIX eran hombres de acción, polemistas y militantes. Participaban en la lucha pública, hacían las leyes y las guerras, fundaban la literatura, construían poder y consenso desde la prensa y, si era necesario, tomaban las armas cerrando sus publicaciones. En un diario no trabajaban periodistas profesionales o “independientes”, sino que solían ser grandes personalidades de la época; en general, “notables” (juristas, letrados, políticos), que además ejercían el periodismo.
El escritor de un diario se comprometía con las ideas y posiciones de la facción o grupo político que le daba apoyo. El periodismo era una herramienta, no un fin, y menos una profesión. Sarmiento y Mitre son, sin dudas, los máximos exponentes de este diálogo entre periodismo, historia, literatura y política. Pero hay otros casos interesantes no tan conocidos.
Miguel Navarro Viola, autor de un famoso Anuario de la Prensa (1878-83), cita los nombres de Vélez Sarsfield, Sarmiento, Goyena, Varela, Gutiérrez y Estrada, y define que los periodistas “debían por fuerza ser literatos, con una sólida base de instrucción y fondo filosófico, pensadores muchas veces, o verdaderos estilistas, cinceladores de la frase”.


Como regla general, aquellos periodistas no firmaban sus artículos. En 1840 José Mármol, poeta, novelista e integrante de la generación del ’37, va al exilio en Montevideo. Allí publica un periódico llamado La Semana, donde aparece como folletín la novela Amalia (escrita contra el rosismo), que inicia la práctica de firmar los artículos con nombre y apellido.
Otro ejemplo emblemático es el de José Hernández, redactor del diario Nacional Argentino, que respondía al gobierno de la Confederación, y luego fundador del diario Río de la Plata. El autor del Martín Fierro intenta construir una carrera política desde la prensa, como tantos otros en la época.
Eugenio Cambaceres renuncia en 1876 a su banca en la Cámara de Diputados y abandona su carrera política para dedicarse a la literatura. La novela argentina le debe mucho a esa renuncia: Cambaceres es el autor de algunas páginas fundacionales, como las de Sin rumbo y En la sangre, textos naturalistas con profundos mensajes sobre la sociedad del momento.
Cuando Miguel Cané vuelve a tomar examen al colegio que retrata en Juvenilia ya es doctor, funcionario del Estado y periodista consagrado. Confiesa entonces: “Vivía agobiado por el trabajo, a más de mi cátedra, dirigía el Correo, pasaba un par de horas diarias en el Consejo de Educación y, sobre todo, redactaba El Nacional, tarea ingrata, matadora si las hay”.


El diario Sud América, testimonio del surgimiento y la caída del gobierno de Miguel Juárez Celman, fue dirigido por Carlos Pellegrini, luego presidente de la Nación, quien antes había sido secretario de redacción del diario La Prensa, fundado por José C. Paz también con el objetivo de escalar en la vida pública. Paz fantaseó con ser candidato a presidente a partir del peso que adquirió en las últimas décadas del siglo su diario.
El periodismo del siglo XIX tenía como misión difundir ideas y captar voluntades, cuando los partidos eran estructuras endebles alrededor de grandes figuras políticas. Un diario, un partido y cierta fuerza militar eran elementos básicos para aspirar al poder en el siglo fundacional argentino, cuando prensa y política iban de la mano.
El autor es periodista e historiador.


viernes, 5 de diciembre de 2014

Un nuevo mito para la argentinidad



El ejemplo 
que necesitamos 




Para LA NACIÓN


A diferencia de otras conmemoraciones de similar tinte nacionalista, como el Día de la Soberanía, que el gobierno celebra espectacularmente, el aparato cultural y propagandístico estatal no ha dado una gran batalla con el Día de la Tradición Nacional. Es llamativo, pues su instauración en 1938, ligado al día del nacimiento de José Hernández, puso fin a una de las batallas culturales más intensas del siglo XX. El gaucho Martín Fierro quedó entonces consagrado como el arquetipo de nuestro "ser nacional", un objeto por entonces tan buscado y recóndito como el Santo Grial medieval.


 

En la contienda, iniciada a fines del siglo XIX, quedaron en el camino otros proyectos, como el hispanista del Cid y los conquistadores, el indigenista de los pueblos aborígenes o el del argentino del futuro, resultante del "crisol de razas". El gaucho ganó la competencia, pero su figura y su significado no eran unívocos. Martín Fierro era un marginal, perseguido y empujado por el progreso y el Estado, más apreciado por los anarquistas que por la elite gobernante. Pronto compartió su popularidad con el mítico payador Santos Vega y con Juan Moreira, habitante del submundo del delito y la política, más cercano a la experiencia cotidiana de sus contemporáneos. El exitoso personaje de Eduardo Gutiérrez se potenció en el circo de los Podestá y generó toda una saga de folletines, muy populares a principios del siglo XX.
Por entonces, el mito gauchesco llegó a su culminación. Entre la nutrida asistencia a los círculos criollistas -una suerte de peñas urbanas-, había muchos inmigrantes, que al fin de su jornada laboral se vestían de gauchos y se entretenían bailando el gato y comiendo empanadas, como parte de su arduo camino de integración a la nación. Para los intelectuales nacionalistas de la primera mitad del siglo XX, que leían a los filósofos alemanes, el gaucho simbolizaba algo un poco diferente: la cultura frente a la civilización; lo auténtico y raigal frente a lo artificioso y ajeno; el pueblo nacional frente a la elite cosmopolita. En 1913 Leopoldo Lugones consagró a Martín Fierro como el gran poema argentino y la expresión más genuina del ser nacional, aunque en 1926 Don Segundo Sombra, de Güiraldes, ofreció una variante más conformista del gaucho, también popularizada. El gobernador bonaerense Fresco optó por unirlas y estableció el pago de Areco como centro del culto gauchesco.
Consagrado el mito, comenzó la habitual tarea de desgaste de quienes buscaron el artificio de la invención. Adolfo Bioy Casares fracasó cuando se propuso encontrar un gaucho, o al menos a alguien que usara chiripá, y sólo dio con los habituales y conocidos paisanos. Concluyó que todos los que hablaron del gaucho lo ubicaban en el pasado, generalmente setenta años atrás de lo que cada uno recordaba. Más recientemente, los historiadores encuentran que hasta mediados del siglo XIX -la época de oro del gauchaje- existió en la pampa bonaerense un grupo de personas asimilables a esa figura: trabajadores ocasionales, "vagos y mal entretenidos", sin residencia fija y en conflicto con la ley. Pero convivían con otros muchos labradores, pequeños criadores, puesteros y asalariados de estancias, la mayoría con una familia estable y organizada, vivienda propia y hasta una quintita al fondo. Todo bastante lejos del héroe romántico, que carnea una vaca y enfrenta en soledad a la autoridad o al destino adverso.

¿De dónde surgió la imagen del gaucho errabundo, libre y perseguido, presentado como protagonista principal de un pasado no tan lejano? Según Adolfo Prieto, fue sobre todo la creación de los "viajeros" que recorrieron el país desde 1810 y escribieron crónicas para ser consumidas en Londres o París por un público de gustos románticos, amante de lo exótico. Head, Andrews, Caldcleugh, y los pintores Rugendas o Monvoisin combinaban lo que veían con lo que suponían que atraería a sus lectores, mezclado con una preconcebida imagen del paisaje de Hispanoamérica, proveniente del célebre libro sobre América del científico alemán Alexander Humboldt, quien en sus viajes no estuvo en el Río de la Plata.
Prieto ha mostrado que esos textos dieron las palabras, las metáforas y los conceptos a los primeros grandes escritores argentinos: Alberdi, Echeverría, Mármol y Sarmiento, cuya autoridad fijó definitivamente esta imagen romántica del gaucho. Lugones, que la consagró, no ignoró la mixtura originaria: el tirador venía de los campesinos húngaros; las botas, de los pastores riegos; el poncho, de los arrieros valencianos, y los tamangos, del calzado popular romano. Pero este collage, leído con los ojos románticos de nuestros nacionalistas y tamizado con un poco de Fichte, sintetizó a sus ojos el ser nacional.
Bioy Casares vislumbró el destino decadente del mito gauchesco. Ese personaje cuya existencia sólo se recuerda en el pasado -dice-, en el momento de su consagración quedó destinado a ser una posteridad, sublime, pero muerta. El mito fue perdiendo la capacidad que tenía un siglo atrás de ligar de manera activa el pasado con el presente y proyectarse al futuro. Su celebración, que yo recuerdo vigorosa en mi escuela primaria peronista, se ha marchitado, pese a que la autoridad escolar señala hoy que José Hernández es "uno de los personajes más representativos del ser nacional" y que en el Día de la Tradición Nacional se evidencian "los valores comunes de todo el territorio".
Éste es uno de sus puntos débiles. Estos valores gauchescos valen quizás para la provincia de Buenos Aires, pero parecen algo lejano en Catamarca, Salta, Trelew o Ushuaia. No sería raro que las provincias reclamen una versión de la tradición más cercana a su propio pasado y más adecuada al pluralismo cultural hoy en boga. En la ciudad de Buenos Aires, los niños identifican hoy a la tradición con cosas algo lejanas de su experiencia o de sus fantasías: el mate cebado por una china con trenzas, las tortas fritas o la negra pastelera. Y, por supuesto, el pericón, la danza nacional argentina, parte central de toda buena celebración de la tradición, que como otros productos típicos de nuestra nacionalidad es la versión local de la contradanza europea o quizá de la country dance inglesa.
Esto explica en parte por qué el aparato cultural kirchnerista, que ha recurrido ampliamente a los motivos culturales del nacionalismo, tamizados por el Instituto del Revisionismo Histórico, no ha hecho ningún esfuerzo por revitalizar el Día de la Tradición. Pero la razón fundamental reside en otro aspecto. La tradición quizá podría definir un "nosotros", pero no tiene potencia para caracterizar a "los otros", al enemigo de lo nuestro. No hay nada de heroico en ella, no hay gesta ni épica en bailar el pericón. No hay un discurso que encuentre allí metáforas o ejemplos acerca de la eterna conspiración de los enemigos del pueblo, como las grandes corporaciones. La autoridad escolar dice hoy, escuetamente, que José Hernández "puso todo su empeño a defender a sus paisanos de las injusticias que se cometían contra ellos". Pero la partida policial que persiguió a Martín Fierro o a Juan Moreira se parece más al teniente coronel Berni que a los agentes de los monopolios.
Cuando al final del kirchnerismo haya que desmontar la "historia oficial" que nos están legando, no habrá un gran combate que librar alrededor de la fiesta gauchesca, que se conserva igual que en 1938. Sin excluir este mito venerable e inofensivo, quizá convenga considerar una alternativa: encontrar algún otro ejemplo de la argentinidad, de la Argentina que se construyó precisamente cuando el gaucho se alejaba de la escena. Una argentinidad que, como una buena tradición, ancle en el pasado -setenta años atrás- y juegue un papel activo en el presente. Algo que nos recuerde una Argentina mejor y nos impulse a retomar la senda. Quizás una maestra sarmientina -las había en cada rincón del país- o un obrero cuyos hijos fueron profesionales universitarios. Una Argentina que fue y que quizá vuelva a ser, para la que nos vendría bien una tradición activa y positiva en qué fundarla.

El autor es miembro de la Universidad de San Andrés y del Club Político Argentino

domingo, 12 de octubre de 2014

Habrían alterado las cifras de una grave enfermedad alimentaria

Dos ONG afirman que el Ministerio de Salud eliminó por lo menos 208 casos de síndrome urémico hemolítico en su último informe epidemiológico; el país posee el 51% de los casos en el mundo
Por   | LA NACION

Un informe epidemiológico del Ministerio de Salud causó indignación en las dos asociaciones civiles y los especialistas que trabajan para prevenir y educar a la comunidad sobre el síndrome urémico hemolítico (SUH), una enfermedad transmitida por alimentos y agua contaminada con la bacteria Escherichia coli.
No sólo coinciden en que no hubo acciones que expliquen la reducción de más del 30% de los casos entre 2010 y 2013 que menciona el informe oficial, sino también en que se eliminaron por lo menos 208 casos que hasta noviembre pasado había registrado el Instituto Malbrán.
 
"Estamos convencidos de que los 319 casos o el descenso con respecto a los años anteriores que informan para 2013 no es la cifra real ni se condice con la falta de campañas de prevención sostenidas en el país y la promesa de poner en marcha el Programa Nacional de SUH. Si en noviembre había 527 casos, nunca puede darse un número menor para ese año. Esto nos hace acordar mucho al Indec", dijo Miguel Caracciolo, presidente de la Asociación para la Prevención del Síndrome Urémico Hemolítico (Apresuh).
Para Marcelo Da Rocha, presidente de la asociación civil Lucha contra el Síndrome Urémico Hemolítico (Lusuh), "ocultar cifras es querer tapar el sol con las manos. No vemos las condiciones que permitan explicar o sugerir el descenso de casos.Nunca nadie se ocupó del SUH en estos años, cuando prevenirlo le costaría al país el 10% de lo que le cuesta tratarlo. Y no estamos hablando de medidas de higiene complejas".
Las cifras oficiales aparecieron luego de que el defensor del pueblo de la Nación exhortara en junio a la cartera sanitaria a difundir las estadísticas de los diagnósticos de SUH, suspendidos desde 2010. Esos datos son importantes por varios motivos.
El síndrome afecta principalmente a los menores de 5 años, nuestro país concentra el 51% de los casos anuales en el mundo y su atención le cuesta al sistema de salud unos 121,2 millones de pesos por año, según surge de la actualización de un estudio de costos directos e indirectos de pacientes agudos y crónicos que publicó en 2006 el equipo de la doctora María Gracia Caletti (hospital Garrahan) en la revista Medicina.
Además, el perfil de la enfermedad que causa la toxina que produce la E. coli en el organismo está cambiando: afecta a chicos más grandes (3 años o más) y es más virulenta que años anteriores, como también lo explicó el doctor Ramón Exeni, jefe del Departamento de Nefrología del Hospital de Niños de San Justo, uno de los centros de referencia.
En algo coinciden todos: el subregistro del SUH, endémico en el país, es muy alto. También lo es el desconocimiento. Sólo el 40% de los argentinos sabe de qué se trata este síndrome. Apresuh y Lusuh lo atribuyen a la falta de campañas de difusión, sobre todo en las escuelas, y de implementación del anunciado Programa Nacional de SUH.
En el exhorto del defensor del pueblo, se lee: "Se la considera una enfermedad trazadora de múltiples enfermedades transmitidas por alimentos (ETA), a través de cuya prevención pueden evitarse otras 250 enfermedades" que se transmiten por la misma vía.
Sobre las campañas de difusión, el viceministro de Salud, doctor, respondió a LA NACION: "No hay campañas públicas masivas, pero el trabajo para controlar los alimentos o de bromatología y la capacitación sobre su manejo seguro es permanente. Se están realizando muchas actividades sobre la preparación segura de los alimentos y la vigilancia de los establecimientos productores y elaboradores de alimentos. Y en las escuelas hay campañas en las que están participando activamente las ONG y los hospitales".
El informe especial que publicó el Ministerio con el Boletín Integrado de Vigilancia cubre el período 2010-2013, como reclamaba el exhorto del 22 de julio pasado. La titular del Área de Salud del defensor del pueblo, Mónica del Cerro, dijo que se recibió la respuesta oficial, pero que el Ministerio "no ha considerado implementar lo sugerido". Esto incluía programas permanentes de prevención para la sociedad, con información accesible.

CIFRAS EN CONFLICTO

El informe especial sobre SUH para el período 2010-2013 está firmado por Julián Antman, Laura Geffner, Luis Pianciola y Marta Rivas. Pertenecen al Área de Vigilancia de la Salud, al Programa Nacional de Control de Enfermedades Zoonóticas, al Laboratorio Central de la Subsecretaría de Salud de Neuquén y al Servicio de Fisiopatología del Instituto Malbrán.
Allí escriben que se producen entre 300 y 500 casos nuevos por año en el país. Dicen también que en 2008 se registró la mayor cantidad del período 2005-2013, con 543 casos, y que el año pasado cayó a 319 casos. "A partir de 2010, se verifica una disminución en el número de casos registrados", afirman los técnicos, de acuerdo con los datos notificados.
Pero esos 319 casos, que en una revisión de las cifras realizada hace dos semanas aumentaron a 355, son 208 menos que los que en noviembre pasado presentó en público una técnica del Malbrán, que recopila esta información que envían los hospitales y analizan muestras que se envían desde los hospitales. Por lo menos diez personas que participaron de la reunión aún recuerdan y tomaron nota de los 527 casos citados en la primera sesión del encuentro en el Auditorio INTA (Chile 460, CABA).
La jornada la organizaron el INTA, el Senasa, el Consejo Profesional de Médicos Veterinarios y Lusuh, y contó con un testigo de lujo ese 22 de noviembre: el doctor Mohamed Karmali, un especialista reconocido por su trabajo en la prevención de infecciones por E. coli, productora de la toxina shiga y el SUH. Luego de esa presentación, el invitado expresó que no comprendía por qué un país con buen nivel científico, de conocimiento y capacidad de trabajo, tenía cifras de SUH tan altas.
Este año, en junio, Lusuh y Apresuh escucharon otra cifra en el I Curso sobre SUH en el auditorio del Centro Buenos Aires para la Capacitación de los Servicios Veterinarios (Cebasev). Ante 33 profesionales de instituciones y empresas, otra técnica del Malbrán habló de 480 casos al referirse al año pasado.
Y en agosto, en el Centro Gianantonio de la Sociedad Argentina de Pediatría, una tercera técnica presentó los 319 casos del informe oficial sin corregir y habló del descenso de la enfermedad ante un auditorio que hizo notar la confusión estadística a esas alturas.
"Hace pocas semanas hubo una reunión [en el Ministerio de Salud] para revisar los datos, actualizarlos si había errores y completar la información -indicó el viceministro-. Esa noticia de que habían disminuido los casos se hizo con datos que no estaban completos. Ahora se corrigió, y para 2013 registramos 355 casos."
Otra explicación que recibieron las ONG es que los registros oficiales no incluyen a los pacientes atendidos en el sistema privado. "¿Acaso los otros que se enferman no son tan seres humanos como los que se atienden en hospitales públicos? -planteó Caracciolo-. Se tiende a minimizar y ocultar la enfermedad. Y quien no reconoce que tiene un problema no lo va a solucionar. ¿Qué esperanza tenemos de que el Estado haga algo para reducir la enfermedad?"
Al respecto, Lazovski dijo que "el sistema de vigilancia nacional prevé la notificación obligatoria de enfermedades como el SUH, pero que no siempre los centros o los médicos la realizan, particularmente los del sector privado" y que "como hay mucha preocupación", se incluyeron dos instancias de registro de los casos "que alimentan el sistema de vigilancia".
En cada provincia hay un hospital centinela que envía la información al Malbrán. LA NACION pudo corroborar con dos fuentes que los casos de SUH en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, disminuyeron hasta 2012 y aumentaron el año pasado. Pero en el informe, la tendencia es inversa: ascendente hasta 2012 y descendente en 2013.
Otro ejemplo es Formosa, que figura sin un solo caso desde 2010. Pero Apresuh es testigo de otra realidad con su programa de prevención. "Nos consta que se ignora la enfermedad. Es una de las provincias que no informaron casos, cuando tiene muchos problemas de agua, cloacas y manejo de los alimentos", agregó Caracciolo.
El informe oficial describe que esta enfermedad endémica es "un problema crítico para la salud pública". Se sabe, y en el informe se recuerda, que es la principal causa de insuficiencia renal aguda y la segunda de insuficiencia renal crónica infantil. Es, también, la principal causa de trasplante hepático pediátrico. Por eso, su denuncia es obligatoria.
Eso significa que los centros públicos y privados deben notificar cada caso que atienden. Aun así, el subregistro sería alto: se notifican el 50% de los casos. Lusuh y Apresuh estiman que habría más de mil casos por año. Da Rocha asegura que el 80-90% de los casos ocurren en los hogares y por contaminación que no es exclusiva de las carnes, sino también de las verduras y el agua, y por no lavarse las manos. "Son medidas que hay que aplicar en casa y con la comida comprada, y que hay que sostener en el tiempo. Es indispensable crear la figura del consumidor responsable de alimentos.".
Del editor: por qué es importante. Las estadísticas confiables en salud pública son clave para fijar prioridades y tomar decisiones; además, nos ubican en el mundo.

martes, 23 de septiembre de 2014

Máximo: dinastía, estrategia y organización

Andrés Malamud,
Politólogo
Universidad de Lisboa







El debut público del hijo presidencial debe ser analizado en tres planos:dinastía, estrategia y organización. Contrariando el sentido común, las repúblicas son pródigas en sucesiones familiares.

Al que le duela la intuición puede remitirse a los Estados Unidos. En la cuna de la república moderna hubo dos presidentes cuyos padres también lo fueron: John Quincy Adams (hijo de John) y George W. Bush (hijo de George H.W.). Hasta parece más fácil transmitir el salón oval que un nombre de pila original. Pero también Theodore Roosevelt y su sobrino Franklin conquistaron la Casa Blanca, y si Robert Kennedy no sucedió a su hermano John fue por causa de bala mayor. Otro hermano, Edward Kennedy, podría haberlo logrado pero problemas de oficina se lo impidieron. La candidatura actual de Hillary Clinton torna viable que el registro civil asuma el lugar de la sangre en la creación de una nueva dinastía presidencial.
La relación entre democracia y linaje no es exclusiva de los Estados Unidos.
También en Uruguay, la democracia más republicana del hemisferio sur, las dinastías proliferan. En tres siglos diferentes, cuatro Batlles fueron presidentes: Lorenzo, José, Luis y Jorge. Y hoy, entre los grandes candidatos, dos son hijos de ex presidentes. El tercero, para simplificar, es él mismo un ex presidente; su vástago tendrá que esperar.
Los republicanos argentinos pueden dormir tranquilos: no es por la amenaza dinástica que peligran las instituciones.
Así siendo, el plano estratégico es más importante que el familiar.
El efecto Máximo galvanizó la tropa propia y le marcó la cancha a la ajena. Por un lado, buscó desactivar el síndrome del pato rengo: el mensaje es que la Presidenta gobernará hasta el último día sin que el poder se le escurra. Se irá porque la Constitución lo establece, no porque alguien le haya ganado. Y como en democracia el poder lo dan los votos, se razona, Cristina pretenderá mantenerlo aún fuera del cargo.


El recado es doble: todavía mandamos … y después también. Se busca aguantar ahora y disciplinar al que viene.
Sin embargo, aunque la estrategia funcione en el presente, es etérea sobre el futuro.
Así como Kirchner llegó con el 22% y se deshizo prontamente de su antecesor, las opciones de quien asuma en 2015 se reducen a dos: imitarlo a él o a De la Rúa. El doble comando no es una opción durable.
Y como la estrategia necesita perdurar para funcionar, el plano organizativo es el más relevante.
Dado que el próximo presidente no será kirchnerista, deberá ser antikirchnerista.
En la tormentosa Argentina, la disyuntiva es construir poder propio o abordar helicóptero ajeno. Por eso, para los gobernantes actuales es una cuestión de supervivencia: o condicionan al sucesor o se van mudando a Tribunales.
Y condicionan con lo que tienen, que no es tanto. Porque después de 2015 el kirchnerismo no controlará gobernaciones ni sindicatos importantes y mantendrá apenas un puñado de universidades.
Sus recursos organizativos se limitarán a cargos públicos e intensidad ideológica, alias La Cámpora. El objetivo entonces es extender el terreno conquistado, tanto en los corazones de los seguidores como en los despachos estatales.
Eso procura el efecto Máximo: potenciar los escasos recursosque acompañarán al emprendimiento político-familiar en su travesía del desierto.
Es inteligente. Es desesperado. Pero puede funcionar.
¿Es concebible que Cristina retorne en 2019? La condición indispensable es que el próximo presidente sea tremendamente débil. No es imposible: hablamos de Argentina.
mientras el kirchnerismo diseña el terreno en que edificar su futuro, la oposición juega con la PlayStation y se come los amagues de reelección.
El humo funciona, decía un viejo puntero, gracias a quienes lo compran.
Al igual que el menemismo, el kirchnerismo constituye menos una facción que una etapa del peronismo. Su hegemonía se da en el tiempo antes que en el espacio. Durar, ésa es la intención.
Máximo Kirchner encarna una dinastía, ejecuta una estrategia y lidera una organización.
Pero el peronismo, a diferencia del radicalismo, acostumbra deglutir a sus líderes en vida.

jueves, 3 de julio de 2014

Demasiados peligros del DNI inteligente

  • Por Andrés Pérez Esquivel 
  • SOCIOLOGO. RED LAVITS


El Ministro del Interior, Florencio Randazzo, anunció que a partir de 2015 todos los argentinos que renueven su DNI o domicilio pasarán a tener una tarjeta de identificación “inteligente” que concentrará datos personales biométricos y biográficos, vínculos familiares, el historial clínico, un seguimiento de la rutina de consumo y la movilidad en el transporte. Es momento de debatir sobre estas tecnologías.
El creador de Wikileaks, Julian Assange, dijo el año pasado queArgentina es el país con la vigilancia más agresiva de América Latina, no por el DNI electrónico anunciado, sino por el actual DNI que contiene datos biométricos digitalizados como el rostro y las huellas digitales. Son menos de diez los países que han aceptado crear una base nacional de datos biométricos, como es el SIBIOS en Argentina, e incluso varios países las han prohibido.
En 2010 Inglaterra quiso implementar el mismo DNI “inteligente” pero la presión social lo impidió por constituir un avance injustificado sobre la privacidad y por la falta de garantías de seguridad, en especial después de que lograran vulnerar los chips en 12 minutos. Francia y otros países también prohibieron estos sistemas. Y ni siquiera España incluye tanta información en sus DNI electrónicos.
La particularidad de estos DNI “inteligentes” es que digitalizan y circulan los datos fragmentados del individuo convirtiéndolo en un dividuo, y así es tomado por los sistemas de seguridad informáticos hasta que se requiere, ante la duda, reconvertirlo en un individuo material. Esta digitalización permite construir perfiles sociales y monitorear patrones de movilidad y consumo de toda la población.
En este sentido, Argentina sería un país experimental.
A nivel nacional, el uso público de estos datos conlleva riesgos.
En especial porque el decreto de creación del SIBIOS no estipula mecanismos de control institucional ni civiles, y en principio, todas las fuerzas de seguridad del país pueden acceder a la base sin restricciones normadas.
El año pasado una falla de seguridad permitió la descarga de fotos de todos los argentinos del padrón electoral, por lo que hoy la base ya estaría en manos privadas.
El Registro Nacional de las Personas reconoció la falla pero le echó la culpa al Poder Judicial.
Esta es la antesala de lo que vendrá: los organismos se echarán la culpa entre sí mientras que el daño ya estará hecho.
Que el Estado garantice la identidad de cada ciudadano es un derecho humano fundamental, y a eso deben limitarse los documentos; todo lo demás son aditivos que, además de su dudosa constitucionalidad, son prescindibles y traerán más riesgos que beneficios. Porque a diferencia de una llave o clave virtual, no podremos reemplazar nuestras huellas o rostro ante alguna suplantación de identidad o error técnico.

viernes, 20 de junio de 2014

Un país prisionero del pasado

Por  | LA NACION 



Argentina está prisionera de un pasado que le impide despegar. No se trata sólo del pasado que se remonta a los años 70 del último siglo, impregnado por el choque de ideologías agónicas, sino del pasado reciente que se abrió con la gran crisis de 2001-2002.
Este colapso produjo consecuencias económicas y políticas. No cerró por completo las deudas pendientes generadas por el default , gracias a lo cual los denostados fondos buitre obtuvieron una victoria gravosa para el país en la sede judicial de los Estados Unidos. Vale la pena recordarlo: cuando rige una división de poderes real y efectiva, como en Estados Unidos, no hay que confiar demasiado en la buena disposición del gobierno norteamericano hacia nuestro país. Estas actitudes son menos importantes, llegado el caso, que las tradiciones judiciales. El mazazo de la Corte Suprema habla por sí solo.
Tampoco en el curso de los años posteriores a la crisis pudimos reconstruir un sistema de partidos acorde con nuestra legitimidad republicana y con el régimen de representación política de nuestra sociedad. Este déficit de mediación no se ha superado, pese al proyecto hegemónico que impulsó políticas inflacionarias y de consumo con graves deficiencias sobre el flanco fiscal y en materia de educación, infraestructura y energía. Como si esto fuera poco, en ese ambicioso escenario, sustentado en contundentes apoyos electorales en 2007 y 2011, campeó siempre -y ahora lo hace con más espesor- la nube contaminante de la corrupción de funcionarios y amigos del poder. 
En estas horas, lo que muchos oficialistas creyeron tener bien atado, al influjo de los éxitos de corto plazo, se ha destapado estrepitosamente. Y el olor que emana de esa olla de agravios a la moral pública y de incongruencias en la política económica no augura una circunstancia dotada de honestidad y eficacia. La Presidenta sostuvo el lunes pasado que el país había dado pruebas suficientes de su voluntad para honrar las deudas . Es cierto, jamás hemos pagado tanto como en este período. Lo que en cambio aún no se vislumbra es la posibilidad de que se ensanche el terreno de las negociaciones y con ello aumente la capacidad de obtener financiamiento externo. Al contrario: la asfixia no cesa de aumentar.
Sin embargo, detrás de estos signos contradictorios sigue agazapada otra herencia no menos problemática. Si bien es evidente que últimamente se han dado pasos constructivos al respecto, una mirada con perspectiva amplia revelaría un estado de fragmentación y disputa entre candidaturas más que entre partidos y organizaciones.
La situación del peronismo es, en este sentido, aleccionadora. Sin recursos políticos y de caja, roto el embrujo de la hegemonía que tanto colmó las ilusiones de corto plazo, una presidenta rodeada de escándalos se ha quedado sin sucesión deseable hasta el punto de que ya no podrá siquiera desempeñar el papel de gran elector como lo hizo Lula da Silva en Brasil. Más que un partido, el oficialismo representa hoy un Poder Ejecutivo al que continúa apoyando, como última reserva, la disciplina de los bloques mayoritarios en el Congreso.
En la medida en que se siga fragmentando, el mundo peronista se reduce y desgasta. Siempre fue difícil en el peronismo operar sobre un plano horizontal. Esta hipótesis contradice su marca de origen: para funcionar con éxito y hacer uso efectivo del poder, el peronismo requiere una conducción capaz de sobresalir. Este fenómeno -de aquí el desconcierto- todavía está en veremos. Éstos son los frutos de un temperamento presidencial que desconfió del peronismo en tanto partido y organización estable. En su lugar, produjo su propio séquito de fieles y designó ayer en el cargo de vicepresidente y hoy en el de presidente provisional del Senado a personajes que provienen de otro pozo. Los resultados de este descalabro antipartidario están a la vista.
El carácter horizontal de las relaciones de poder no propone mayores problemas a la tradición que encarna la Unión Cívica Radical. De pie en todo el país, el partido radical está unido en el proyecto Frente Amplio-UNEN (FAU) con otros partidos y agrupaciones personalistas. Estas últimas abonan el terreno de una democracia de candidatos en la cual los partidos representan un rol menor. Cuestión para tomar en cuenta. En una democracia de candidaturas, como ahora se la llama, un líder predominante con apoyo electoral pica de entrada y capta para su espacio a diversos dirigentes que coinciden con su propuesta. Son propuestas frentistas de rápida construcción: la clave del éxito depende de la capacidad de atracción que manifieste ese nuevo líder durante la campaña electoral.
Hasta nuevo aviso, éste sería el perfil de Sergio Massa y Mauricio Macri. Uno presiona sobre el peronismo; el otro, sobre la concertación de FAU. Por eso los interrogantes que ya están dando vueltas entre los interesados: ¿es acaso posible derrotar a los candidatos peronistas que en estos momentos encabezan el lote de la preferencias sin el concurso de una dirigencia unida, capaz de dirimir sus diferencias en las elecciones primarias del año próximo? Y a contrario sensu: ¿no correrá riesgos un peronismo fragmentado, que además soporta el desgaste que conlleva el ejercicio del poder, frente a una oposición unida?
Son preguntas que dan cuenta de los contrastes entre una democracia de candidaturas y una democracia de partidos. En la concertación de FAU persiste el legado partidario tanto en el radicalismo como en el socialismo: respeto a las reglas de juego para dirimir candidaturas e interés en definir programas. Por definición, su trámite es más lento que el que propone un frente con tintes personalistas. Mientras los frentistas han lanzado la carrera muy pronto con el oído alerta al sube y baja de las encuestas, los partidos marchan más despacio con el objetivo puesto en las PASO de agosto de 2015.
Aquí están en juego la erosión del tiempo y el control de la iniciativa. Mientras el tiempo se escapa de las manos de un gobierno sin aliento, la iniciativa de los contrarios está dispersa. Aunque hay algunas excepciones valiosas, no hay todavía signos de que estén en marcha pactos de gobernabilidad y de convergencia en torno a políticas de Estado.
Por otra parte, a veces se olvida que en los períodos fuertes de la política, cuando se eligen autoridades ejecutivas, coexisten dos procesos electorales: el que tiene lugar en muchas provincias, previo a las elecciones presidenciales, y este último que comenzará con las PASO y culminará hacia finales del año próximo. De lo que acontezca, por ejemplo, en Catamarca, Córdoba, Salta, Santa Fe o Entre Ríos, por citar algunos distritos, dependerá quizás el curso que podrían adoptar las coaliciones nacionales. En otras palabras: las provincias son también laboratorios donde habrán de explorarse acuerdos y alianzas. No necesariamente las coaliciones que resulten tendrán que coincidir con las que se insinúan en el orden nacional.

Como se ve, el menú de ofertas es variado, mientras que el campo de la gobernabilidad se parece cada vez más a un estrecho desfiladero. En la etapa final de este gobierno, la confluencia de las crecientes dificultades económicas con el menoscabo a la moral pública y la fractura de los partidos no augura una atmósfera serena. Podría evocar, más bien, otra sucesión tormentosa para la cual habrá que pertrecharse con prudencia y visión estratégica. Dos atributos escasos en un país declinante.

domingo, 11 de mayo de 2014

La historia de Argenzuela

"Generalmente la política es objeto de estudio de las ciencias sociales y el derecho, pero allí donde todo es relato y escenografía tal vez sea objeto de la ornitología." 



Escribe: Héctor Schamis


En 1867 se creó el Imperio Austro-Húngaro, la unión de dos casas reales. El último capítulo de los Habsburgos, funcionaba con un jefe de estado, Francisco José, y dos gobiernos en paralelo con dos capitales, Viena y Budapest. Defensa y política exterior estaban centralizadas en el emperador y existía una unión aduanera, pero las demás funciones eran autónomas, con dos parlamentos y sus respectivos primeros ministros que coordinaban los procesos legislativos. Bien engorroso, pero el Imperio fue una de los grandes potencias europeas en la segunda mitad del siglo XIX hasta que se disolvió en 1918, al ser derrotado en la Primera Guerra Mundial.
Argenzuela, país con dos capitales en América del Sur, Buenos Aires y Caracas, también fue creada por el acuerdo político de dos poderes cuasi monárquicos, el de los Kirchner y el de Chávez. La idea se inició a mediados de la década pasada, cuando Argentina todavía estaba bajo los efectos del default y Venezuela adquirió bonos de deuda, según algunos por amistad y solidaridad, según otros por tasas de interés más elevadas que las del FMI. Continuó con la elección de Cristina Kirchner en 2007, cuando Venezuela contribuyó a su campaña con recursos monetarios, la renombrada maleta de Antonini Wilson, y se profundizó después del deceso de Néstor Kirchner, cuando la política económica comenzó a parecerse de manera considerable. 
El alto déficit fiscal financiado con emisión, la complicadísima e ineficiente política cambiaria y el irracional proteccionismo, que restringe tanto insumos industriales como hospitalarios, son realidades comunes más recientes, posteriores a 2010. La política exterior también comenzó a coordinarse de manera creciente desde entonces, como la nacionalización de la siderúrgica de Techint en Venezuela—que contó con el llamativo silencio de la embajada argentina—la expulsión de Paraguay del Mercosur—pretexto para integrar a Venezuela al bloque—o como en el caso de decisiones con objetivos menos claros, por ejemplo, la nunca explicada relación triangular con Irán.
Pero más allá de las políticas, Argenzuela recién tomó verdadera entidad con la estrategia de la perpetuación, exitosa o fallida, y por medio de los instrumentos utilizados para tal fin. En ese sentido deben entenderse la estigmatización de la prensa—el enemigo todopoderoso—la intimidación a los periodistas—sus agentes—y el acoso a jueces y fiscales independientes—sus supuestos intelectuales orgánicos. Como estrategia concreta fue más exitosa en Caracas que en Buenos Aires, indudablemente, pero la construcción narrativa de la misma y su representación escénica fueron igual de intensos en ambos lugares. No en vano, ya han sido quince años de chavismo y serán doce de kirchnerismo. 
Las consecuencias de esta historia—este Macondo del siglo XXI, muy real y nada mágico—sin embargo se sentirán por décadas, tendrán efectos duraderos en las normas sociales y la cultura. Allí donde desde el poder se dice que siempre se trata de intereses subjetivos—la remanida conspiración—desde luego que todos perdemos sentido de la objetividad, los hechos cada vez importan menos. Con eso además se diluye el valor del lenguaje como instrumento descriptivo. Ya no sabemos qué es la democracia, el autoritarismo, y ni que hablar del fascismo, el socialismo y tantas otras palabras claves para nuestra comunicación política y nuestra cultura compartida.
Allí donde todo es reducible a su representación simbólica, no sorprende que un presidente haga política hablando con un pájaro—que a su vez encarna a un difunto—y que otro presidente la haga elevando un pingüino inflable con sus alas desplegadas—que denota otro difunto—cual canonización. Generalmente la política es objeto de estudio de las ciencias sociales y el derecho, pero allí donde todo es relato y escenografía tal vez sea objeto de la ornitología.
Es que el absurdo de la realidad no está tan lejos de eso. Cuando la historia se escribe y se reescribe a voluntad, tantas veces como sean necesarias y en jerga marxista chatarra, se hace difícil hablar de las condiciones objetivas de nada. Allí donde la cadena nacional se usa y se abusa hasta saturar a una sociedad, los anticapitalistas pueden tener cuentas en Suiza y los revolucionarios propiedades en Miami sin mayores problemas. Los altos funcionarios con décadas viviendo del estado ni se ruborizan al declarar aumentos patrimoniales “por ser abogados exitosos”. Es aceptable también que los auto consagrados campeones de los derechos humanos hayan dirigido el periódico de Videla, y que además vayan por el mundo presumiendo de ser moralmente superiores. No son los periodistas ni los jueces, en Argenzuela estos son los verdaderos intelectuales orgánicos y ese es el discurso hegemónico de dominación, tan hegemónico que ha construido una realidad insoslayable.
Argenzuela es muy real, entonces, no es solo una superficialidad discursiva, y eso es lo grave. Es muy diferente a aquel populismo clásico del siglo XX, aunque se le parezca. Es un proyecto serio, de fondo, una batalla por las ideas y las palabras, o mejor dicho una batalla por la disolución de su significado en base a la repetición, lo cual no deja de constituir una estrategia de dominación. Con eso han deteriorado la civilidad y el tejido social, y le han dado forma a un orden social autoritario. Es un proyecto cultural que no debe ser tomado a la ligera, porque hasta ahora la vienen ganando. No será para siempre, y esperemos que no sea medio siglo y con una guerra en el camino, pero Argenzuela dejará su marca.
Héctor Schamis es profesor en Georgetown University. Twitter @hectorschamis
Nota levantada de El País, edición online

lunes, 28 de abril de 2014

El odioso premio a la incongruencia

Escribe:
Rodolfo Terragno  




    En  1947, el "Caudillo de España y de la Cruzada", Generalísimo Francisco Franco, dispuso que  a su muerte lo sucediera un Rey. Decidió, además, que fuera un descendiente de Alfonso XIII, desplazado en 1931 por la República que el propio Franco hizo añicos  a costa de una guerra civil.
    El afán de poder póstumo no terminó allí. El futuro Rey no sería el hijo de Alfonso -que no era beato ni tan anticomunista como Franco quería-- sino su nieto, Juan Carlos; y al declararlo príncipe heredero, hizo que le jurase lealtad a él, así como  "a los principios del Movimiento Nacional" franquista.  Una breve película del juramento puede verse en:  https://www.youtube.com/watch?v=Od01GvIdS_s
    A la muerte de Franco, cuando el delfín del Caudillo se calzó la corona, fue ensalzado hasta por  republicanos y comunistas. Ellos, y el mundo, vieron en él a un "Rey democrático", y así lo llamaron.
    Adolfo Suárez,  Vicepresidente de aquel Movimiento Nacional franquista -a quien el Caudillo había hecho gobernador Segovia y luego amo de la omnipotente radiotelevisión oficial- se convirtió tras la muerte de Franco en "el artífice de la democracia".  Esa fue la unánime condición que terminó atribuyéndole la comunidad política de España,  la misma que, a su reciente muerte, se repitió en el mundo entero.
    Mudar de posición no es indigno.  Evolucionar no es, al fin de cuentas, otra cosa que cambiar; y si alguien cambia para bien, no cabe exigirle que persevere en el error.
    El cambio indeseable es el que provoca involución. No fue el caso España, donde la acrobacia política del Rey y de Suárez despejó la entrada a la democracia. 
    No obstante, hay mucho de odioso en el premio a quienes se paseaban por el Palacio de la Zarzuela mientras luchadores coherentes habitaban las cárceles de Franco, sufrían tormento o estaban obligados a vivir lejos de su terruño.




    De haber triunfado la congruencia, España se habría vuelto republicana, y el primer gobernante democrático habría sido, acaso, el preclaro Luis Jiménez de Asúa, que entre 1962 y 1970 presidió, desde la Argentina, la República Española en el Exilio. 




    En Rusia, Vladimir Putin integró la KGB  --la CIA soviética-- hasta la caída de la URSS, en 1991. Se retiró con el grado de Teniente Coronel. Su misión más importante había tenido lugar en  la Alemania comunista, donde la policía secreta (Stasi) lo había condecorado con la medalla de oro.
    Caída la Unión Soviética, Putin fue saludado como un "gran demócrata".  Su actuación posterior, a diferencia de lo que ocurrió con Juan Carlos y Suárez, menguó su prestigio. Se lo vio autoritario y, en los últimos tiempos, se supo de su vocación imperial. Ha dicho, por lo demás, que el colapso de la URSS fue "la mayor catástrofe geopolítica del siglo [XX]" y sentenció que "quien no  lamente la desaparición de la Unión Soviética no tiene corazón". Con todo, este gobernante arbitrario, expansionista y nostálgico, ha guiado el paso del comunismo a un circunspecto sistema capitalista. 




    Sin embargo, es  también odioso que un espía soviético se haya hecho del lugar que pudo ocupar, tal vez, alguno de los valerosos activistas del Comité de Derechos Humanos, fundado en Moscú por Andréi Sajarov durante el imperio de los Soviets.  Símbolo de la resistencia, Alexander Solyenitzin, miembro de ese Comité, pudo haber presidido un gobierno de transición. 




    En la Argentina, el peronismo de los últimos años ha exhibido una sorprendente capacidad para mutar.
    Carlos Menem proponía, en 1986, la nacionalización del comercio exterior y de los depósitos bancarios. Para él, "achicar el Estado" era, cuanto menos, una "zoncera".  En el libro Argentina hacia el año 2000 alertó sobre el peligro de una "penetración liberal en el peronismo", explicó que el subdesarrollo era culpa del "imperio" y sostuvo que la Argentina debía luchar, desde el Tercer Mundo, contra la "dependencia".
    Tres años más tarde, achicaría el Estado,  se haría un peronista neoliberal, anunciaría nuestra entrada al "primer mundo", auspiciaría  las "relaciones carnales" con los Estados Unidos y convertiría a la Argentina en "aliado extra OTAN" del "imperio".  




    Néstor Kirchner también hizo un giro inesperado. En 1996 se proclamó "defensor acérrimo de la contabilidad" y elogió al ministro Domingo Cavallo, "pieza vital" en la reelección de Menem,  que era el conductor de un "proceso de transformación y cambio". Por otra parte impulsó con todas sus fuerzas la privatización de YPF, de la cual Oscar Parrilli, entonces diputado, dijo que era "un apoyo explícito a nuestro compañero Presidente".
    Años más tarde, Kirchner se convirtió en un feroz crítico de los 90, agrandó el Estado  y aseguró no haber apoyado nunca a Menem. Bajo su gobierno se suspendieron las  relaciones de la Argentina con el Fondo Monetario,  y él se mostró tan hostil al Presidente George W. Bush como cercano al Presidente Hugo Chávez.
    Hay una diferencia entre esas metamorfosis vernáculas y las de España o Rusia, que abrieron un camino sin rotondas ni salidas. Los españoles entraron a la democracia y los rusos al capitalismo.
    En la Argentina, hubo  cambios sucesivos, que un día nos hicieron marchar para el norte y otro día para el sur. Eso condena al estancamiento. 




    Hoy, protagonistas de la década kirchnerista -que ocuparon puestos tan altos como la Vicepresidencia de la Nación o la Jefatura de Gabinete- se preparan para protagonizar, en el supuesto de que llegaran al gobierno, un gran cambio. El riesgo es que, en caso de lograrlo, nos hagan marchar esta vez para el este o el oeste. La Argentina necesita un GPS que nos oriente hacia otros objetivos. 
    Sería más que odioso (y dañino) que otra vez el premio se lo llevara la incongruencia;  no la perseverancia de quienes se opusieron, con fundamentos, a Menem cuando gobernaba Menem y a los Kirchner cuando gobernaron los Kirchner.  Los que supieron que íbamos por mal camino.