lunes, 9 de septiembre de 2013

La reina se está yendo y hay alboroto en la colmena

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En 1901, Maurice Maeterlinck fascinó a la elite europea con La vida de las abejas, un ensayo que, en la senda de Virgilio, propone un paralelismo entre la organización de esos insectos y la ciudad de los hombres. Maeterlinck describe el trance de la reina al emprender el último vuelo, mientras el enjambre se desdobla para regenerar la colmena y coronar a una nueva soberana. El poder metafórico de ese proceso, tan seductor en su aparente racionalidad, ayuda a observar la transformación en la que se está embarcando, una vez más, el peronismo.
Sergio Massa está derrotando al Gobierno en su plataforma principal: el conurbano bonaerense. Su triunfo, que promete ampliarse el 27 de octubre, introduce una incógnita inquietante sobre la perduración del oficialismo. No sólo cancela cualquier fantasía sobre una nueva reelección deCristina Kirchner. También entorpece la carrera de Daniel Scioli, que será vencido como gobernador de la provincia. En otras palabras: el éxito de Massa afecta a ambos candidatos y, de ese modo, complica las dos estrategias que venía calibrando el kirchnerismo para su supervivencia.
Para comprender el juego conviene recordar una premisa: si en las elecciones primarias Massa se impuso sobre la Presidenta, en las generales se propone doblegar a Scioli, que pasó a ser su verdadero adversario. No sería de extrañar que para ese objetivo cuente con la resignada colaboración de la señora de Kirchner.
Para ella puede ser beneficioso que se explique el resultado de las elecciones bonaerenses como un fracaso del responsable administrativo de la provincia, presentado a último momento como su líder político. No hace falta pacto alguno para que converjan los intereses de Massa y los de su antigua jefa. Bastaría con que la Casa Rosada se desentendiera un poco del destino de Martín Insaurralde.
Es lo que está sucediendo. La suerte de Insaurralde ha quedado a cargo de Scioli, que es quien más tiene que perder con su caída. Convertido en un golem del gobernador, Insaurralde denunció que hay inflación y aceptó aparecer en la pantalla "enemiga". Esas herejías cayeron pésimo en Olivos. Por ejemplo: cuando el candidato pidió autorización para concurrir a TN, Cristina Kirchner no abrió la boca. Pero tres horas antes de esa aparición, en un acto del que participaban Scioli e Insaurralde, reavivó su guerra con Clarín vociferando contra las "balas de tinta que intentan derrocar gobiernos populares".
La diferenciación de Insaurralde es el primer capítulo de la que está emprendiendo Scioli, su tutor. Después de comprobar que la migración de Massa fue exitosa, Scioli también se propone encabezar un nuevo enjambre. La defenestración de Ricardo Casal y su reemplazo por Alejandro Granados en el Ministerio de Seguridad son parte de ese ensayo.
La elección de Granados es un agravio para el kirchnerismo. Fue una forma de resistir la designación del coronel Sergio Berni, candidato de la Presidenta para sustituir a Casal. Berni se preparó para el nuevo destino aceptando, contra el credo oficial, que la inseguridad no es una psicosis inducida por los medios. Pero para Scioli entregarse a Berni era admitir una intervención federal de facto sobre la provincia.
Además, Granados es percibido por los custodios del garantismo como el agente de una involución insoportable. En Ezeiza se hizo famoso por armar patrullas de vigilancia que fueron denunciadas como "escuadrones de la muerte" por organizaciones de derechos humanos afines al Gobierno, como el CELS. Además, mientras Scioli adopta una estrategia más represiva contra el delito, su pupilo Insaurralde defiende la reducción de la edad de imputabilidad penal. Ayer volvió a hacerlo, sentado a la mesa de Mirtha Legrand.
Scioli, al borde del cinismo, aduce que lo que ha cambiado es el delito, no su política. En realidad, vuelve sobre sus pasos, acosado por la derrota frente a un candidato como Massa, que adoptó la lucha contra la inseguridad como eje de su carrera. Granados busca armar su equipo con viejos colaboradores de Carlos Stornelli, que fue el ministro al que Scioli reemplazó por Casal. Más allá de sus resultados, esta improvisación tiene una dimensión política significativa: el Frente para la Victoria concurre a las elecciones bonaerenses con una propuesta de seguridad que deja a la intemperie a sus simpatizantes de izquierda.

EL ENJAMBRE

Maeterlinck observa que, cuando se insinúa la formación del nuevo enjambre, la abeja reina comienza a estar inquieta: "No se sabe si ordena o si implora", dice. Scioli trata de construir otra colmena sin detenerse demasiado en la opinión de Cristina Kirchner, quien, según él comenta frente a íntimos, "todavía no advirtió que ha comenzado su partida". Ese empeño de Scioli excede la campaña de Insaurralde y se dirige a la escena nacional. Como titular del PJ, inició una ronda de consultas con los principales dirigentes de la fuerza. Se propone reunir al Consejo Nacional y comunicar una iniciativa que aún está evaluando: declarar una indulgencia plenaria para que vuelvan al redil quienes se enemistaron con la Presidenta. Scioli ya conversó sobre esta propuesta con Mario Das Neves, Jorge Yoma y Juan Carlos Romero. Espera hacerlo esta semana con José Manuel de la Sota. Con Hugo Moyano está en contacto permanente, lo que permite entender por qué el camionero no rompió con Francisco de Narváez. Antes de convocar a los apóstatas, Scioli indagó a gobernadores alineados con la Casa Rosada, como José Luis Gioja.
La propuesta de Scioli tiene un límite muy obvio: el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires. Sus interlocutores le han pedido que cualquier convocatoria sea posterior a los comicios. No quieren contaminarse con la derrota de Insaurralde.
Scioli entiende ese problema. Él mismo huye hacia arriba porque su base se ha resquebrajado. No sólo Massa le asignará la paternidad de la derrota. En los próximos dos años no controlará la Legislatura. Para advertirlo no hay que esperar las elecciones. El viernes pasado los diputados que responden al intendente de Tigre se unieron al resto de la oposición para exigir que comparezcan en la Cámara provincial los directivos de IOMA, acusados de una defraudación con medicamentos oncológicos. Scioli carece de legisladores propios. Para defenderse de Massa depende de Cristina Kirchner. ¿Cómo dormir tranquilo?
Si se pretende vislumbrar el futuro de Scioli, se deben despejar dos incógnitas. La primera es si la Presidenta lo aceptará como heredero. Es difícil que lo haga. Las disidencias de Insaurralde anticipan las de Scioli. Y entrañan la peor de las derrotas: la derrota conceptual, que se produce cuando los propios seguidores adoptan la imagen de las cosas que propone el adversario. Si la escena santacruceña cobijara alguna lección sobre lo que está por venir, habría que sospechar que Cristina Kirchner sueña, llegado 2015, que el Frente para la Victoria renuncie al poder, pero no a la identidad. ¿Alentará la dispersión postulando un candidato testimonial? Es lo que desea Mauricio Macri, para que la ruleta rusa de un ballottage lo deposite en la Presidencia.
El problema es que, según Maeterlinck, "cuando la reina entra en decadencia, las abejas recuerdan que tienen alas". Scioli e Insaurralde demuestran que ella está perdiendo autoridad. Los dirigentes que han acompañado a la Presidenta emprenden una mudanza que, desde el kirchnerismo, los devolverá al peronismo.
La segunda pregunta es si en esa marcha se encolumnarán detrás de Scioli. Es decir, detrás de un perdedor. La tradición indicaría que no. Pero Scioli podría sacar ventaja de una paradoja. Quizá los peronistas, sobre todo los del interior, acepten otro gobierno con base en Buenos Aires sólo si su titular aparece disminuido. Dicho de otro modo: es posible que, al cabo de una década de despotismo centralista, el peronismo no tolere a un bonaerense, salvo que se parezca a Eduardo Duhalde, que llegó a la Casa Rosada después de haber perdido.
La precocidad de Massa acaso refuerce esa preferencia. ¿El PJ entregará el poder a un candidato de 41 años que viene de vencer a la Presidenta y al gobernador de Buenos Aires? ¿Aceptarán sus viejos leones un salto generacional que podría ser mucho más predatorio que el que temieron con La Cámpora? ¿Tolerará esa nueva jefatura la generación de Capitanich o de Urtubey?
Maeterlinck sostiene que en las transiciones aparece al desnudo la verdadera ley de la colmena. Es decir: se advierte que la que manda no es la reina, sino la pasión del enjambre por sobrevivir.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Cristina, revelada por sus gestos


El especialista en comunicación no verbal Sergio Rulicki analizó la gestualidad de la Presidenta en su libro “Las caras de la mentira (y de la verdad)”. Su análisis de la mímica de CFK. 

Levanta el dedo índice con firmeza. Se acomoda el pelo con las uñas esculpidas, que a veces utiliza como “garras”. Acompaña sus palabras con una cadencia especial, casi didáctica, dibujando círculos con sus manos. Irrumpe interponiendo su palma frente a su humanidad, como diciendo basta. En cada uno de sus discursos la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner pronuncia miles de palabras, pero sus gestos también hablan por ella. Esa mímica da cuenta de la personalidad de la mandataria más poderosa de la Argentina.
Es justo allí donde el especialista en comunicación no verbal Sergio Rulicki posó sus ojos para escribir su libro Las caras de la mentira (y de la verdad), de la editorial de Luis Majul, Margen Izquierdo, en especial el capítulo dos, “Manos que hipnotizan”.

Es que además de llevar joyas valuadas en más de 30 mil dólares (en su mano izquierda: un Rolex President que cuesta cerca de 20 mil dólares y un anillo de oro blanco y oro amarillo de 18 quilates, al que llaman solitario con brillante cuyo valor oscila los 10 mil dólares; y en la derecha: uno con zafiro de oro y platino valuado también en 10 mil dólares), las manos de Cristina nos dicen muchas veces más que sus discursos.




Uno de los gestos más recurrentes de CFK son las “batutas”. Como si fuera una directora de orquesta, apela a sus manos como marcadoras del ritmo de la enunciación. “Constituyen un recursos kinésico muy eficiente, dado que tiene efectos sobre la capacidad cognitiva de mantener la fluidez verbal de manera prolongada”, explica Rulicki.

La mandataria también suele levantar su dedo índice extendido a la altura de sus ojos. Así, sostiene el especialista, busca “guiar la mirada del interlocutor para que establezca contacto” con sus propios ojos. “Es utilizado para enganchar la atención de los demás y decir algo que se considera de gran importancia, o como medio para tomar la palabra e interrumpir al otro”, afirma. Además, sirve como equivalente de un signo de exclamación que “reclama, y en general logra, que los destinatarios dirijan la mirada hacia el emisor, cesen de hablar y se avengan a escuchar”.


La Presidenta muchas veces habla del fallecido ex mandatario Néstor Kirchner, al que se refiere como “Él”. Cuando lo menciona, suele apuntar hacia arriba con su dedo índice. “Es un resabio inconsciente de que se fundamenta lo que se dice con la apelación a un poder superior”, fundamenta Rulicki. No obstante, también conlleva “el sentido de la admonición y el reto”, añade.




El gestito de “idea”, que inmortalizó Carlitos Balá, es otro de los favoritos de los políticos en todo el mundo. “Unir la punta de los dedos pulgar e índice cumple la función de ilustrar la idea de ‘exactitud’”, afirma Rulicki. No obstante, también puede ser utilizado para mentir: “Se trata de un gesto que tiene gran capacidad de persuasión, y por eso los políticos lo utilizan a menudo cuando quieren reforzar la idea de que aquello que describen con palabras se corresponde con la realidad, aunque esto no sea necesariamente cierto”, dice. CFK no es la excepción a esta regla.


Tras perder las elecciones primarias, Cristina pronunció un discurso en Tecnópolis en la que ratificó a rajatabla su modelo de Gobierno, criticó a la oposición por ser jugadores “suplentes” de los verdaderos intereses que enfrentan su proyecto. Allí desplegó una mímica que Rulicki asocia a la supervivencia. “Los políticos a menudo revelan sus intenciones agresivas hacia sus rivales o temas de agenda, realizando un gesto en el que la mano toma la forma de una garra”, describe y le otorga un peso preponderante a las uñas, como metáfora de garras, para marcar control y dominancia.
El canto de la mano puede moverse como si fuese un hacha, una sierra o un elemento punzante. Cuando la mano abierta se coloca en forma perpendicular y se hace movimiento como si se cortara algo de un golpe, se está reforzando la idea de afirmación o negación. Deslizar la mano hacia adelante en esta posición transmite la idea de que se ha tomado la decisión de seguir un determinado rumbo, y que no se está dispuesto a cambiar”, desglosa Rulicki. El discurso postelectoral, al hablar de desendeudamiento, fue un claro ejemplo de que Cristina no tiene intenciones de correrse un centímetro de su modelo.
Sin embargo el gesto más característico de la Presidenta es llevar la palma de la mano hacia adelante casi como una señal de “stop”. Sus imitadores, como Fátima Florez o Martín Bossi, lo han elegido como la marca registrada de CFK a la hora de interpretarla. ¿Qué significa? Así lo explica Rulicki en su libro sobre la mímica de los políticos: “Es un gesto regulador cuyo sentido implica definir y mantener la distancia, marcar un límite. Es utilizado ante un intento de interrupción para enfatizar que se desea continuar hablando, y también para reforzar el intento de tomar la palabra”.